Desarrolló un teléfono neumático (precursor de su teletrófono) que hoy todavía se utiliza en el Teatro della Pergola de Florencia y que luego perfeccionó en el teatro Tacón de La Habana.
En octubre de 1835 Meucci y su esposa dejaron Florencia emigraron al continente americano, parando primero en Cuba donde Meucci aceptó un trabajo en el Gran Teatro de Tacón en La Habana.
Pionero de la electrotecnia, en Cuba montó en los altos del teatro Tacón un taller de galvanoplastia, uno de los primeros, si no el primero, que funcionaron en el continente americano. Las 60 pilas Bunsen con que contaba le sirvieron a Meucci para realizar experimentos de electroterapia, sobre diversos amigos enfermos de La Habana, donde tales tratamientos de electroterapia se hicieron bastante populares. En 1849, cuando preparaba uno de tales tratamientos un paciente emitió una exclamación que Meucci afirmó haber oído a distancia, en otra habitación, por transmisión eléctrica en un cable que unía a las dos habitaciones. Según declaró posteriormente Meucci "a partir de este momento ésta fue mi imaginación, y reconocí que yo había obtenido la transmisión de la palabra humana por medio de un alambre conductor unido a varias pilas para producir electricidad, y le di inmediatamente el nombre de telégrafo parlante".
Luego en 1850, Meucci y su esposa emigraron a los Estados Unidos, y llegaron a Clifton (en Staten Island, cerca de la ciudad de Nueva York), con el objetivo de desarrollar y promover su descubrimiento en este país.
Alrededor del año 1854 Meucci construyó un teléfono para conectar su oficina con su dormitorio ubicado en el segundo piso, debido al reumatismo de su esposa. Sin embargo carecía del dinero suficiente para patentar su invento. Para obtener fondos Meucci intentó distintas aventuras comerciales como la fabricación de pianos, de cerveza, velas de parafina, sombreros, barómetros, papel, pinturas. Todas sin éxito.
Por lo que presentó su invento a una empresa que no le prestó atención, pero que tampoco le devolvió los materiales. Al parecer, y esto no está probado, estos materiales cayeron en manos de Alexander Graham Bell quien se sirvió de ellos para desarrollar su teléfono y lo presentó como propio.
Cuando era pequeña, en el colegio estudié que el teléfono lo había inventado Bell. Es lo que estaba escrito en los libros de texto... Por eso, es necesario que los italianos reivindiquen este invento.
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